jueves, 30 de marzo de 2023

Manos Verdes

Tom, tom, tom….

Fshhhhhhhhhhh….

Con movimientos lentos, las manos firmes rodean una montaña, la acarician y envuelven, se detienen por un momento, algo parecido a un terremoto las hace saltar sobre la superficie.

Esas manos son fuertes, dan seguridad. Solo se ven aparecer y deslizarse detrás de un cuerpo menudo, que sostiene una cabellera oscura trenzada amorosamente en su parte posterior.

Hay silencio, hay respeto, hay amor.

El sonido tranquilizador de un tambor, con su ritmo hipnótico y suave, que bate al ritmo del corazón, envuelve el ambiente denso por el humo de las hierbas sanadoras, que son quemadas con regularidad para limpiar y energizar el lugar, invocando las fuerzas benevolentes de los espíritus protectores.

Las manos continúan acariciando algo, que ahora veo mejor de qué se trata, porque abro los ojos y tomo conciencia de mi presencia real, soy yo, soy las manos, soy ese cuerpo con una larga trenza oscura, en vigilia junto a un vientre hinchado y maduro, donde la vida se revuelve y agita, donde la vida es un hecho. 

En el clan de las Flores Mágicas, soy la sanadora, la chamana, la que ayuda y da consuelo. 

Vivimos en un hermoso valle, fértil y frondoso, cerca del mar indómito que nos provee alimento en forma incansable. Bajo la bóveda celeste crecemos y forjamos el presente de este clan numeroso, que es lugar de paso hacia otras comunidades. Somos un pueblo tranquilo, donde ocurren hechos de la vida y la muerte, que aceptamos con naturalidad. Estamos en paz con el universo, pensamos con el corazón y sentimos con la cabeza. 

Vengo de una familia de sanadores, cuya historia se remonta al principio de los tiempos, tenemos MANOS VERDES, así lo aprendí desde que tuve razón de ser, fui guiada en el aprendizaje de los ciclos de la vida, los ciclos del cielo y la tierra, la luna y el mar. Aprendí sobre hierbas y alimentos, animales e insectos, piedras y cristales. Desperté a la espiritualidad, a esa magia de sentir más allá de los sentidos…

TOM, TOM, TOM…

Cobro conciencia otra vez, dejo mis cavilaciones, el sonido del tambor se hizo más intenso y más fuerte. Ese cuerpo hinchado de vida emite sonidos, un grito de batalla, mis manos esperan y consuelan, mi voz acompaña el momento; entonces ese grito se intensifica porque llega a este mundo un nuevo ser, que es anunciado con otro grito de triunfo de quien lo cobijó y dejó crecer en su interior.

Más tarde, vuelvo a la rutina de la vida en la comunidad. Nos dirigimos unos al mar, otros a labrar la tierra, otros a por los animales; también están los constructores, los orfebres, las tejedoras. Somos muchos, todos útiles, nadie queda atrás. 

Sonidos de la naturaleza, sonidos de la marea, sonidos…se alejan, se diluyen.

Miro unos ojos verdes reflejados en…el es-pe-jo! de mi habitación, qué extraña me siento, por un instante me asalta una sensación de irrealidad, de inevitabilidad. Quiero regresar a donde haya estado. Que increíble experiencia, ¿habré soñado despierta?, muy real ha sido. Mis manos han cambiado, mi pelo es diferente. Respiro hondo y me tranquilizo, continúo mirando esos ojos verdes, mis ojos. Sigo siendo yo y sigo siendo ella, soy una sola, soy sanadora, vengo de una estirpe de MANOS VERDES.


Maresbida

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